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Susanne Hommel - La división del sujeto de un país a otro, de una lengua a otra, de un hambre a otro (2015)

Recordamos a Susanne Hommel por su inolvidable anécdota con Lacan, quien con una caricia en su mejilla hizo del horror de la Gestapo un geste-à-peau [gesto en la piel] (ver video). Esta vez, un texto escrito también en primera persona, a partir de lo que enuncia como «la pérdida de una lengua cuando se ha emigrado del país de nacimiento» y de la prohibición respecto a que los alemanes víctimas, como ella, de los horrores de la guerra, se dijeran tales.
Nos traerá entonces tres anécdotas conmovedoras. La del hambre de una sobreviviente de Auschwitz, la de su propia huída de Dresde poco antes del bombardeo, y la de su primer encuentro con Lacan. Hommel se pregunta «¿Cómo separarse de esa posición de víctima, de un goce que se encuentra en el cruce entre el fantasma fundamental y las contingencias de la vida?», y ubicará que el franqueamiento de la posición de víctima se hace en la urgencia, en un corte. Para ella, muy tempranamente, la respuesta a lo atroz se encontraba en el psicoanálisis, y en el pasaje de una lengua a otra. «En instantes de corte, entre una lengua y otra, hay un arrancamiento respecto a ese goce de víctima. […] Es por esta vía que el sujeto encuentra su dignidad.»

Marie-Hélène Brousse - Lo que el psicoanálisis sabe de las mujeres como ‘género’ (19/03/2015)

Esta vez, la exposición presentada durante el evento paralelo de la AMP, en ocasión de su participación en la 59° sesión de la Comisión de la Condición de las Mujeres (CSW) de la ONU-Mujeres. Brousse se propone «transmitir algunas luces que el psicoanálisis puede echar sobre las discriminaciones que sufren las mujeres», a la vez que afirmará que «la contribución del psicoanálisis a la causa de las mujeres consiste en darles la palabra, en escucharlas testimoniar, una por una, en su diversidad, acerca de sus dificultades con lo que piensan que es lo femenino […] para encontrar soluciones susceptibles de satisfacer a los sujetos.» Sostendrá que el psicoanálisis trata la cuestión del género por la vía de las identificaciones, y que las identificaciones sexuales conciernen a dos registros: lo simbólico y lo imaginario.
En cuanto al orden simbólico, «define categorías de discurso que prescriben lugares, roles sociales, así como modos de gozar diferenciados». Dichas categorías estaban hasta hace poco determinadas por la estructura familiar, de acuerdo a la cual las mujeres eran definidas por un cierto número de funciones que se imponían a los sujetos (hija, hermana, esposa, madre), mientras que, desde hace algunas décadas, se presenta una «fragilización de las identificaciones tradicionales», pareciendo posible que «padre no coincida necesariamente con hombre y madre con mujer». Respecto al registro imaginario, se trata de identificaciones a categorías que remiten a la imagen del cuerpo, que en la especie humana son redobladas o corregidas por las marcas sociales. Finalmente, con relación a los avances de la biología, dirá que, a nivel de lo real, «lo masculino y lo femenino se reducen a células y se emancipan de las referencias exclusivas que constituían anteriormente la imagen global del cuerpo y el discurso el amo».
Por último, destacará que estos cambios de paradigma del discurso se acompañan de deseos nuevos y síntomas inéditos, y que es en ese nivel individual en donde interviene el discurso analítico, ofreciendo «un espacio de palabra que puede hacer caer las identificaciones obsoletas ligadas a enunciados y a imperativos congelados», volviendo posible elecciones decididas en función del real al que cada uno se confronta. La experiencia analítica, en lo que concierne al género, está organizada por este principio: «cada uno debe construir su propia definición del género».   


Jacques-Alain Miller - En dirección a la adolescencia (21/03/2015)

Se trata del texto orientador para la 4° Jornada del Institut de l’Enfant. JAM plantea que la definición de la adolescencia es controversial y que, de un modo general, es una construcción. En cuanto a qué es la adolescencia en psicoanálisis, señalará que nos ocupamos esencialmente de tres cosas: de la salida de la infancia, es decir, de la pubertad como momento de la entrada en cuenta del cuerpo del Otro entre los objetos del deseo; de la diferenciación sexual, en tanto la pubertad representa una escansión en la historia de la sexualidad; y de los modos de articulación del yo ideal y el ideal del yo, respecto a lo cual destacará la intromisión del adulto en el niño.
Por otra parte, aludirá a los aportes introducidos por colegas contemporáneos. A partir de ellos, destacará primero que la adolescencia es una procrastinación. Observará que actualmente se caracteriza por una autoerótica del saber, según la cual el saber está en el bolsillo y no se va más a buscarlo al campo del Otro. Al mismo tiempo, ésta está vinculada a una desidealización, es decir, la caída del gran Otro del saber, respecto a lo cual situará que hoy la pubertad comienza con la realidad inmoral del Otro del complot. Asimismo, se referirá a la adolescencia como momento en el que la socialización del sujeto puede hacerse bajo el modo sintomático. Y, por último, subrayará un doble llamado al Otro tiránico, tanto por parte de los adolescentes como por parte de la sociedad, en su deseo de tiranizar la adolescencia en crisis. 
Finalmente, resaltará que es sobre los adolescentes que se sienten más intensamente los efectos del orden simbólico en mutación, principalmente la decadencia del patriarcado y la destitución de los registros tradicionales que enseñaban lo que convenía hacer para ser un hombre o una mujer, lo cual produce en ellos profundos efectos de desorientación. Y, respecto a esto, destacará que el islam, en tanto permaneció intocable frente a las mutaciones del orden simbólico y es especialmente adecuado para dar una forma social a la no relación sexual, se presenta como un verdadero salvavidas para los adolescentes. A diferencia del dios judeocristiano, Alá no es un padre, es el Uno absoluto, sin dialéctica y sin compromisos. Y el Estado islámico, que es una desviación del islam, aporta una solución original al problema del cuerpo del Otro, que da cuenta de una nueva alianza entre la identificación y la pulsión.


Marie-Hélène Brousse - ¿Qué es una mujer? (2000)

En esta conferencia en Montreal, destacará que «la sexualidad femenina es una trama fundamental de la invención en psicoanálisis. Es la dificultad que lo hace progresar». Comenzará por situar que el discurso analítico aborda el asunto de la diferencia sexual por medio de la cuestión de las apariencias y la de las identificaciones. Respecto a la primera, ubica tres niveles: el de la biología, el de la mascarada y el del semblante. Señalará entonces en qué sentido no se encuentra en estos niveles un saber sobre lo femenino. Respecto a la identificación, observará que, al erigir lo femenino como ideal, tampoco permite situarse como mujer y que, al pasar necesariamente por el sistema significante, reinscribe lo femenino del lado fálico.
Si Freud se había detenido en el punto de contradicción que definía a lo femenino únicamente en función de la castración, es decir, a partir del deseo, permaneciendo lo femenino enigmático en tanto tal; la revolución lacaniana consistió en reconsiderar lo femenino a partir de la cuestión del goce. Este abordaje de la sexualidad implica poner de manifiesto dos tipos de funcionamiento: el fálico, definido a partir de la universalidad, y lo femenino, definido a partir del “no-todo” y como totalmente asimétrico de lo masculino. La consecuencia de esto es poder pensar un goce que viene a suplementar al goce sexual clásico implicado en el órgano, otro goce considerado como femenino por Lacan, porque no responde totalmente a la lógica del lenguaje, porque escapa a las leyes de la palabra. Puesto que es suplementario, no hay entonces acceso a lo femenino si no se pasa por el otro lado: es un no-todo en la ley del Padre, no es sin relación con el límite, con la castración. Caso contrario, no habría diferencia alguna entre el goce femenino y la invasión de goce en la psicosis. Se trata de la problematización de una posición femenina más allá de la función paterna. Hay así, para Lacan, un más allá del Edipo que permite definir algo del orden de lo femenino.  
MHB se referirá también a los desarrollos de Lacan respecto a la escritura de los místicos y a los finales de análisis, para considerar un lazo entre un nuevo amor y el goce femenino.  Traza entonces un paralelismo entre aquello a lo que se llega en un análisis cuando opera un franqueamiento de las coordenadas edípicas y lo que los místicos testimonian en sus textos. Afirmará finalmente que «el goce femenino no es una ascesis, no es el asunto al que se desemboca habiendo renunciado a todo, sino habría que considerar que basta con ser monja para tener acceso a él […]. El goce femenino no se reivindica, sino que acontece

Marie-Hélène Roch - LOM del siglo XXI (2002)

El texto se centrará en una interrogación sobre el lugar y la función de la conferencia Joyce el Síntoma, considerándola como agalma de la última enseñanza de Lacan. Roch afirmará que el lazo entre Joyce y Lacan «hizo al acontecimiento del siglo XXI, LOM, el self-made-man, y puso de manifiesto el futuro del síntoma como único real con el que mantenerse despierto.» En su recorrido, la orientarán dos puntos centrales: el hecho de que Lacan también se haya vuelto un artífice como Joyce, y la definición del síntoma como acontecimiento de cuerpo.
La autora destacará que Joyce es el paradigma de lo que un análisis llevado hasta su fin aísla: tu sinthome, y que «esta conferencia invita a generalizar las excepciones. Permite comprender que la singularidad de cada uno con su propio goce requiere de sí la invención de un decir nuevo, en el seno del discurso en el que se inscribe, a fines de transmisión.» Preconizará entonces una comunidad de experiencia entre Joyce y el analista que se sirve de su análisis: así como Joyce llevó su síntoma a su estado supremo, el cual tendría el poder de despertarlo «de la pesadilla de su historia», de lo real sin defensa, dicho análisis, para el analista, es el «sueño elaborado en un proceso de escritura, […] con el fin de despertarse […] de la tragedia o de lo cómico de su historia.» La escritura de Joyce queda situada del lado del lapsus y es entonces equivalente a un análisis.
Asimismo, señalará que Lacan no solo comenta la obra de Joyce, sino que se vuelve su pasador, al tiempo que hace agitar el sentido del exilio de Joyce hasta darle el acento del exilio propio del parlêtre, de lalengua. Finalmente, localizará que el propósito de Lacan era reconocer en Joyce «un nombre de LOM, así como el saber hacer del artista». «Joyce, suelto del cuerpo, no quería tener nada excepto el decir magistral. La obra es el S.K.bello de LOM. […] La obra fomenta a LOM, y suple al lapsus del nudo allí donde falta el narcisismo.» Para Roch, el decir magistral de Joyce muestra «así que es posible un nudo sin padre, a condición, por supuesto, de hacerse cargo de eso. A fuerza de desanudamientos y reanudamientos, el sinthome eleva la condición de artista a este paradigma: volverse hijo necesario.»     


Jacques Lacan - Conclusión del IX Congreso de la EFP sobre la transmisión (9/7/1978)

En este discurso, Lacan enunciará que «el inconsciente es tal vez un delirio freudiano», situando que se trata de una conjetura que no admite refutación.  
Hablará del pase, dispositivo que instauró buscando obtener algún testimonio acerca de «qué es lo que hace que, después de haber sido analizante, uno se vuelva psicoanalista». Sostendrá que «el psicoanálisis es intransmisible», y que por ello cada psicoanalista es forzado a reinventar «el modo en el que el psicoanálisis puede perdurar».
Retomando sus elucubraciones sobre el significante, se preguntará «¿cómo es posible que, por la operación del significante, haya gente que se cure?», «¿cómo es que al sujeto que viene a ustedes a analizarse se le susurra algo que tiene por efecto curarlo?». Y dirá que es una cuestión de experiencia en la que desempeña un papel el sujeto supuesto saber, a saber, alguien que sabría el truco por el cual se cura una neurosis. Sin embargo, aseverará que «nada en el pase demuestra que el sujeto sepa curar una neurosis», que el analista siempre falla el golpe con el que levantaría el síntoma.
Entonces nos recordará que, sobre el síntoma, él intentó decir un poco más, recurriendo a su antigua ortografía, sinthome, lo que le permitió al mismo tiempo sostener el nombre de síntoma en tanto aquello que evoca una caída. Encontraremos en estas líneas algunas de sus últimas palabras sobre el sinthome: dirá que es todo lo que queda de lo que llama la relación sexual, que ésta es una relación intersinthomática, y que esto permite sospechar el modo en el que el significante opera, a saber, por mediación del sinthome.

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