Lacan comienza por señalar aquí que la diferencia entre neurosis y psicosis es la que encontramos en cualquier manual de psiquiatría, y que la cura psicoanalítica puede curar una psicosis, al tiempo que con su escrito pretende examinar la cuestión de saber si el psicoanálisis es articulable a la psicosis, problema que no habían resuelto los postfreudianos. Se destacará entonces la noción de pérdida de la realidad en Freud, señalando que lo que logró su aporte fue una repercusión reducida a un simplismo por los postfreudianos. Frente a la confusión reinante, propone la consideración de cuatro puntos que hacen para él al armazón del edificio freudiano.
Luego se abocará a la cuestión de la dirección de la cura, señalando que la impotencia para sostener auténticamente una praxis se reduce al ejercicio de un poder, y que si el psicoanalista sin duda dirige la cura, no debe dirigir al paciente. Esta dirección conlleva sin embargo directivas, planteadas en una comunicación inicial como consignas, que sirven de vehículo a la doctrina que sobre ellas se ha hecho el analista, y que precisan de un tiempo que consiste en hacer olvidar al paciente que se trata solamente de palabras, pero que eso no dispensa al analista de olvidarlo él mismo.