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Jacques Lacan - Neurosis y psicosis. ¿Dónde comienza lo anormal? (1968)

Se trata de una entrevista publicada en  Tonus», revista de difusión médica, en un texto que condensa fragmentos de dos artículos de Lacan de los «Escritos»: «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis» y «La dirección de la cura y los principios de su poder», para ese entonces de reciente publicación.
Lacan comienza por señalar aquí que la diferencia entre neurosis y psicosis es la que encontramos en cualquier manual de psiquiatría, y que la cura psicoanalítica puede curar una psicosis, al tiempo que con su escrito pretende examinar la cuestión de saber si el psicoanálisis es articulable a la psicosis, problema que no habían resuelto los postfreudianos. Se destacará entonces la noción de pérdida de la realidad en Freud, señalando que lo que logró su aporte fue una repercusión reducida a un simplismo por los postfreudianos. Frente a la confusión reinante, propone la consideración de cuatro puntos que hacen para él al armazón del edificio freudiano.
Luego se abocará a la cuestión de la dirección de la cura, señalando que la impotencia para sostener auténticamente una praxis se reduce al ejercicio de un poder, y que si el psicoanalista sin duda dirige la cura, no debe dirigir al paciente. Esta dirección conlleva sin embargo directivas, planteadas en una comunicación inicial como consignas, que sirven de vehículo a la doctrina que sobre ellas se ha hecho el analista, y que precisan de un tiempo que consiste en hacer olvidar al paciente que se trata solamente de palabras, pero que eso no dispensa al analista de olvidarlo él mismo.

Sophie Marret-Maleval - El sinthome. Introducción a la lectura del Seminario XXIII.

La autora nos introduce a un recorrido por los puntos salientes del Seminario XXIII, apoyándose en la lectura propuesta por Miller en su curso “Piezas sueltas”, que permite trazar las consecuencias del viraje del síntoma al sinthome.  
La escritura de Joyce enseñará a Lacan cómo ser hereje de la buena manera, haciendo un uso lógico del sinthome hasta alcanzar su real, sumergiéndose así en un nuevo punto de vista que se desvía radicalmente respecto al inconsciente freudiano que se descifra y al síntoma como formación del inconsciente. Surge también una nueva concepción del cuerpo como «montón de piezas sueltas». Así, la promoción del parlêtre es relativa a un desplazamiento del sujeto del significante al cuerpo hablante.
Lacan parte de reconocer que, en Joyce, el goce del síntoma se sostiene en la promoción de su nombre propio que viene al lugar del Nombre del Padre. Así, el sinthome procede de un cambio de modelo (del lógico al topológico) que afecta la tríada RSI, y es una suplencia del padre y del falo. De este modo, se despeja la función del padre como una de pura nominación, de conjunción entre lo real y lo simbólico, la cual también es garantizada por el síntoma reducido a su núcleo. Esto supone el cuestionamiento más radical al fundamento mismo del psicoanálisis, al cual Lacan es conducido a partir del síntoma como fuera de discurso, revelando que se trata del goce puro de una escritura y que solo puede ser comprendido como captando la función de la letra en el lenguaje que hace borde entre lo real y lo simbólico.
Se destacará también que el Nombre del Padre es un S1 que ayuda a volver legible el goce, y que «el paso del sinthome consiste en pensar el goce sin el S1». Así, podrá decirse que «estar desabonado del inconsciente es lo real de todo síntoma», y que Joyce da la esencia del síntoma en tanto que desvinculado del inconsciente. Esto permite trazar nuevas vías clínicas con las que captar más específicamente el punto de incidencia del lenguaje sobre lo real, los modos de anudamiento posibles de elementos separados. 

Miquel Bassols - El lenguaje como trastorno de lo real (2013)

Bassols comienza por recordarnos que fuimos formados en el estudio preciso de los trastornos del lenguaje considerándolos como criterio diagnóstico por excelencia en la clínica de la psicosis, en tanto «presencia del significante en lo real», y que Lacan ya veía allí «la situación del hombre moderno».  Así, el autor nos propone como hipótesis que, en esta época marcada por los efectos de la técnica sobre el sujeto de la ciencia, puede decirse que pasamos de los trastornos del lenguaje al lenguaje mismo como un trastorno del cual habría que curar a la humanidad.
Nos señala entonces una experiencia reciente de las neurociencias que encontró su fracaso en la barrera ineliminable del lenguaje, el cual debiendo ser un medio de comunicación se vuelve causa principal de incomunicación, un trastorno de lo real que hace imposible inscribir allí la relación sexual y que da cuenta de un goce inútil a los fines de la comunicación. Lacan, a partir de la experiencia de escritura de Joyce, pudo mostrar que el lenguaje mismo es un trastorno del cual se puede hacer en el mejor de los casos un sinthome, un modo de gozar singular para el sujeto. El sujeto psicótico hace objeción al ideal de un borramiento posible del trastorno del lenguaje intentando hacer con él un sinthome en el que creer de modo radical.
Así, si la tecnociencia sueña todavía con un real curable del trastorno del lenguaje, el psicoanálisis muestra lo incurable de este trastorno en cada ser hablante. El lenguaje introduce un abismo en lo real que, una vez considerado con los instrumentos del psicoanálisis y a la luz del sinthome, implica la existencia de un nuevo real, un real que la ciencia no puede tener en cuenta en la medida en que ella se funda en su forclusión, en el olvido más absoluto de este abismo.

Pascal Pernot, Serge Cottet, Marie-Hélène Roch y otros - Del sujeto del inconsciente al parlêtre (2009)

Trabajo producido por un cartel de la ECF que parte de subrayar el interrogante freudiano acerca de cómo trata el ser parlante el goce hetérogeneo al lenguaje, frente al cual se ubicaba un sujeto que, habitante del lenguaje, no es amo en su morada, y cuyas asociaciones verbales cifran su saber inconsciente. Sin embargo, un desciframiento del inconsciente no es el término de la experiencia que puede esperarse de un psicoanálisis, en tanto el síntoma conjuga el ciframiento verbal a la vez que la satisfacción del cuerpo que goza, es decir, lo que se presta a una traducción y lo que se define como una falla de traducción, inaccesible al lenguaje. Esta división del sujeto del inconsciente entre lenguaje y goce del cuerpo, es lo que de Freud toma como punto de partida el itinerario lacaniano que lleva del sujeto del inconsciente al parlêtre, y que permitirá ubicar que el sujeto del inconsciente y el goce están en el exilio recíproco, mientras que el parlêtre reintroduce la dimensión de la pulsión en el verbo.
Así, se pasa a un primer momento de Lacan, con su retorno a Freud, en el que utiliza el significante y la consecuencia lógica de sus articulaciones, y hace que el término sujeto designe una falta-en-ser y que el inconsciente aparezca como sucesión de soluciones de continuidad, de la cual se deduce una práctica del análisis que pone en juego esas escansiones. Más tarde, reelabora el inconsciente para incluir el fuera de sentido, ubicando que el goce acompaña al sujeto del inconsciente, clínica que impone saber cómo cada sujeto goza de la actividad de ciframiento y cómo la experiencia analítica puede tocar lo real de la pulsión. La última enseñanza de Lacan zanja finalmente la cuestión freudiana de la Spaltung con la clínica del parlêtre, en la que la práctica lacaniana opera por medio de cortes asemánticos, desabonando al parlêtre de su pasión del significante, y dando a la cura analítica toda su dimensión de experiencia inventiva, que abre para cada sujeto una ética de la responsabilidad de su modo singular de goce.

Marie-Hélène Brousse - De la Madona a Santa Ágata: Lacan, el deseo y lo real (1992)


Brousse se embarca en un recorrido muy preciso por la obra lacaniana para situar la reevaluación de la figura de la madre en la relectura del Edipo freudiano que efectuó Lacan a lo largo de los años. Así podrá decir que Lacan volvió posible un avance auténticamente postfreudiano del psicoanálisis sustituyendo el mito edípico por la metáfora paterna, pasaje ligado a un proceso de reducción: del padre de la realidad al Nombre, y de la madre al deseo. Este deseo materno presenta a su vez dos caras: una cara fálica de significación, condición de todo investimento libidinal, y otra cara de enigma, que deja entrever lo que escapa al sentido.
Localiza cómo los postfreudianos habían inscripto la relación del sujeto al objeto bajo la insignia de la Leche Buena, haciendo de las representaciones de la Madona dando el pecho al niño Jesús, la representación ideal de esa relación. Lacan permitirá ubicar que los lazos entre la madre y el niño se organizan no a partir de la satisfacción de una necesidad alimentaria sino a partir de la interrupción de esa satisfacción; el corte no sucede entre la madre y el niño, sino entre el sujeto y el objeto: es el pecho, y no la madre, el que se vuelve causa de deseo.
De allí que se derive que Santa Ágata, llevando su pecho sobre una bandeja, sea una imagen más aproximada de la relación del sujeto al objeto en causa en su deseo, que el niño en brazos de la Madona completo por el pecho. Lo que permite a Brousse enunciar: «Nunca toda madre: la relación madre-niño no abre ningún acceso privilegiado a la feminidad; ninguna universalización es posible por allí donde, escapando a la castración, viniera a desmentir que no hay relación sexual.» Este recorrido le permite entonces destacar cómo el deseo se orienta hacia lo real y no hacia la imagen o el mito.  

Éric Laurent - El psicoanálisis, muy vivo (2013)

Les traigo esta vez una entrevista publicada en Courtil en Lignes sobre su libro “La batalla del autismo”, en la que Laurent alude al enfrentamiento con los adversarios del psicoanálisis, y resalta que, frente a la desilusión producida por algunos métodos de las TCC, es necesario «precisar mejor el tipo de aprendizajes no estrictamente repetitivos que sostenemos». En su opinión, en la práctica entre varios en instituciones con un enfoque plural, el modo de intervención con el autista permite salir del autismo para volver a él, pero de otra manera, una que no tiene que hacerlo caer en la locura, sino que trata de apoyarse en el objeto autista «para ampliar el mundo del sujeto y permitirle encontrar su lugar en un Otro».
A la vez, destaca que el autismo es un campo que no se define como de la forclusión del Nombre del Padre, en tanto se observan «fenómenos clínicos que no tienen correspondencia en la psicosis». Se trata aquí de «la pura repetición del Uno, sin implicación del cuerpo o de lo imaginario». Así pues, extendido el concepto de autismo al sujeto contemporáneo, puede decirse que «la soledad radical no es la del sujeto, sino la del Uno de goce».
Señala, finalmente, que si el cientificismo contemporáneo es uno de los nombres de la pulsión de muerte, que apunta a acabar con los síntomas por medio de un saber estadístico fetichizado, el psicoanálisis por su parte «no cesa de ofrecer su réplica a esta pulsión». Para orientarse en este mundo donde la locura es un modo de ser «y reconocer el lugar del sujeto, hacen falta allí las referencias del psicoanálisis muy vivo, el de hoy.»
   
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