J. Aubert destaca que pronunciar lo que era del orden de lo escrito es lo que hace de este texto literatura, y subraya la insistencia de la cuestión de la voz, a la que le da aquí estatuto de voz áfona, en tanto está en relación con un real imposible. A su vez, describe a Joyce como un cantante fracasado: él utiliza todas las posibilidades del canto, lo cual constatamos en Finnegans Wake, donde hay algo de una relación entre la escritura y la voz. La presencia de lenguas extranjeras funciona mucho a nivel de la voz y de las entonaciones.
J. Attié señala que lo que une a Joyce y a Lacan es la letra, y que Joyce utilizó esto al límite, manejando la letra fuera de los efectos de significado a los fines de un puro goce. Acentúa que en Joyce la cuestión del origen está puesta al comienzo de cada palabra; la letra viene del goce y se pierde en la palabra.
Finalmente, se trata de una «representación teatral que nos confronta al fuera de sentido, que no es sin embargo un fuera de goce.»
Y de yapa: el audio de Joyce leyendo un fragmento de Finnegans Wake, al que aluden en esta conversación (click aquí)