En este texto, publicado recién en 1984 como prólogo a un libro de R. Georgin, Lacan destacará que «lo que preserva a la praxis psicoanalítica […] es el inconsciente. […] Parece estúpido recordarlo, pero lo es mucho menos cuando nos damos cuenta que nadie sabe lo que es. […] Lo que conviene articular como siendo su estructura, es el lenguaje. Ese es el corazón de lo que enseño. […] Hay que partir de allí para revisar todo lo que avanza en el progreso de una experiencia de la cual no se puede dar cuenta sino en un discurso […]. Se engendran en eso consecuencias incalculables que van de la ética a la política, de la teoría de la ciencia a la lógica que la sostiene.»
Dirá más tarde que el inconsciente «es lo real, […] lo real en tanto que imposible de decir, es decir, en tanto que lo real es lo imposible». Y añadirá que, la obra literaria, «en tanto que está escrita, no imita el efecto del inconsciente, lo plantea como equivalente, no menos real que él, […] allí está lo real.» Se preguntará, entonces: «¿Puede constituirse en el psicoanálisis la ciencia de lo imposible como tal? Es en esos términos que la cuestión debe ser planteada, ya que, desde su origen, Freud no definió de otro modo al psicoanálisis.»
Subrayará también que «la interpretación no tiene que ser más verdadera que falsa. Tiene que ser precisa, lo que en última instancia va a poner fin a la llamada al sentido»
Advertirá, asimismo, que «los psicoanalistas […] tienen en su terreno mucho por hacer. […] El inconsciente no se deja más hacer como en tiempos de Freud» Pero, para el psicoanalista, «la resistencia mayor se manifiesta tal vez en su negativa a impulsar el examen de la cuestión del inconsciente más allá […] lo que sin duda requiere de un nuevo esfuerzo, pero un esfuerzo también renovado.»