Teniendo en cuenta que en los últimos dos posts hubo una referencia importante a este texto, me pareció pertinente compartirlo también, para complementar la lectura de conferencia de Éric Laurent
y la entrevista a Marie-Hélène Brousse, donde se desarrolla y articula lo que esta conferencia plantea.
Aquí Lacan se pregunta qué fue de las histéricas de antaño y si acaso no habrán sido reemplazadas
«por la chifladura psicoanalítica », señalando que el psicoanálisis nace cuando Freud se dispone a escucharlas, y de este modo « el inconsciente se origina en el hecho de que la histérica no sabe lo que dice cuando, de hecho, algo dice con las palabras que le faltan». Dice que también fueron las histéricas quienes lo guiaron a él hacia el nudo borromeo.
Destaca que «el inconsciente es un sedimento de lenguaje». Por eso, critica que Freud haya convertido al inconsciente en representaciones inconscientes, indicando que «el inconsciente no tiene cuerpo más que de palabras». De este modo, la práctica analítica consiste en «abordar cómo operan las palabras», ya que «existe la mayor relación entre el uso de las palabras y la sexualidad». Todo eso es la histeria misma y plantea entonces que la metafísica es la histeria.
Señala que esta práctica es una estafa, y que persigue la noción de estructura con la esperanza de salir de esa estafa, «con la esperanza de alcanzar lo real». Habla de lo real como «idea límite» de «lo que no tiene sentido», dice que es un «punto de fuga» y que «implica la evacuación completa del sentido y por lo tanto la nuestra, en tanto interpretante». La neutralidad del analista consiste entonces en esa subversión del sentido, en una aspiración «no hacia lo real sino por lo real».
De este modo, intenta articular una geometría que resista. «No se trata de representaciones, sino de mostraciones», y los nudos le sirven como lo más cercano que encuentra «a la categoría de estructura».
Plantea también que el goce es la castración» y que la castración no es unívoca: «hay castraciones». La noción de objeto a «quiere decir que nos equivocamos de objeto a» y que el falo es «un objeto privilegiado con el que no nos equivocamos».